Día 25. España tierra de María

La protección de la Virgen María, se experimentó a lo largo de toda la Reconquista. Los guerreros cristianos en muchas ocasiones entraban en combate, implorando la intercesión de la Virgen María. En la Batalla del Salado, según narra el poema de Alfonso X el Sabio, «Salve Regina iban rezando / ricos homes e infanzones». El rey san Fernando, el conquistador de Andalucía, que nunca conoció derrota, él  llevaba en su cabalgadura la imagen de la Virgen de las batallas, a quien atribuía sus victorias. Dejó en Sevilla la imagen de la Virgen de las Victorias, venerada en la catedral de Sevilla. Jaime I en cada ciudad que conquistaba hacía levantar un altar en honor a la Virgen en acción de gracias.

En el extremo nordeste de la península, en tierras de Cataluña un santuario mariano, el de Montserrat, también se convirtió en centro de peregrinación europea, donde hombres de todas las condiciones, desde reyes a la gente más humilde, peregrinaron ante la santa Imagen. En el mismo santuario o allí donde se hallaban, muchos se sintieron escuchados en sus necesidades cuando invocaban a la Virgen bajo la advocación de Ntra. Señora de Montserrat. Convirtiéndose durante siglos en la advocación más universal de la Virgen, al ser invocada en la Península, en el centro de Europa, en los países bañados por el Mediterráneo o en tierras americanas.

Otro santuario mariano sería lugar de peregrinación, el de Santa María de Guadalupe. Alfonso XI, atribuyó la gran victoria de Salado (1340) a la protección de la Virgen, e hizo edificar una vasta iglesia  bajo su advocación.

La conciencia de la ayuda de la Virgen en la reconquista de la Península, hacía que existiera el deseo de corresponder a su amor. En plena Edad Media cuando aún no se había reconquistado todo el territorio de la Península surge una ocasión para hacer algo por la Virgen María, y es la defensa de su Inmaculada Concepción.

Oración.

Bendita sea tu pureza

y eternamente lo sea,

pues todo un Dios se recrea

en tan graciosa belleza.

A Ti, celestial princesa,

Virgen Sagrada María,

te ofrezco en este día,

 alma, vida y corazón.

Mírame con compasión

y no me dejes, Madre Mía. 

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